El valor de la calidad institucional en las empresas
La calidad institucional, basada en el Estado de derecho y los derechos individuales, es crucial para el crecimiento económico y la construcción de empresas sostenibles.

Los últimos 25 años del siglo XX estuvieron marcados por el triunfo de la democracia liberal sobre los regímenes totalitarios, simbolizado en la caída del Muro de Berlín. Sin embargo, los primeros 25 años del siglo XXI muestran una tendencia contraria: el avance de gobiernos autocráticos, incluso en democracias consolidadas.
Esta situación no es aislada, sino que revela una dificultad más profunda: las instituciones políticas no son capaces de ofrecer respuestas efectivas y legítimas a sus ciudadanos. La calidad institucional, entendida como la fortaleza de las reglas, los contrapesos y la capacidad de articular intereses diversos, vuelve a estar en el centro del debate.
Es precisamente esta institucionalidad lo que permite el funcionamiento adecuado de cualquier sistema político o económico, brindando confianza y seguridad a sus miembros. No sorprende entonces que Acemoglu, Robinson y Johnson hayan sido reconocidos recientemente con el Premio Nobel de Economía.
Su investigación muestra que los países con instituciones que promueven el Estado de derecho, amplían derechos individuales y proveen bienes públicos, crecen y prosperan más que aquellos donde el poder se concentra en élites cerradas. Esta realidad también se refleja en el ámbito empresarial.
Existe un creciente reconocimiento del valor de la institucionalidad en el éxito empresarial. Una reciente encuesta en Chile, por ejemplo, revela que los perfiles indispensables para el Directorio incluyen innovación, tecnologías digitales y disruptivas, mientras que solo 10% se enfoca en ciencias sociales.
Esta tendencia podría indicar una mirada sesgada hacia la importancia de la construcción institucional dentro de las empresas. Así, se debe cuestionarnos si estamos mirando el problema desde el ángulo correcto. Es fundamental incorporar nuevas tecnologías y estrategias innovadoras.
No hay forma de proyectar una empresa en el tiempo si no se construyen comunidades donde la confianza sea la regla y los objetivos colectivos sean conocidos por todos. El respeto a la dignidad de las personas también debe ser un principio básico para generar un ambiente laboral positivo y productivo.
De esta manera, las empresas pueden crear valor de forma sostenida en el tiempo, impulsando no solo el éxito económico, sino también el bienestar de sus miembros. Construir comunidades valiosas basadas en la confianza y el respeto mutuo es crucial para asegurar el crecimiento sostenible de cualquier organización.