Greenwashing pone en duda capacidad cuantificable del ESG
El enfoque ESG, aunque busca cuantificar la sostenibilidad empresarial, enfrenta críticas por métricas inconsistentes, definiciones ambiguas y riesgo de greenwashing.

El enfoque ESG (Environmental, Social, and Governance) ha cobrado gran relevancia en las últimas décadas como un sistema para evaluar la sostenibilidad y responsabilidad corporativa de las empresas. Aunque busca cuantificar el impacto ambiental, social y de gobernanza, su implementación presenta desafíos que ponen en duda su efectividad.
Antes del auge de los criterios ESG, conceptos como la Responsabilidad Social Corporativa, la Triple Bottom Line e incluso la "Tragedia de los Comunes" ya intentaban integrar factores éticos y sociales en el mundo empresarial. Sin embargo, el enfoque ESG se diferenciaba al buscar estandarizar e incorporar estas variables en las decisiones de inversión, vinculando así la sostenibilidad con la rentabilidad económica.
La intención de cuantificar el impacto de las empresas a través del Cuantificación ESG era revolucionaria. Permitió comparar compañías bajo parámetros objetivos y generar una nueva forma de evaluar su desempeño en áreas como el medioambiente, la sociedad y la gobernanza corporativa. Sin embargo, la realidad ha demostrado que esta cuantificación no siempre es precisa ni confiable.
Las métricas utilizadas a menudo son inconsistentes y las definiciones ambiguas, lo que abre espacio al greenwashing, una práctica en la que las empresas exageran su compromiso con la sostenibilidad para mejorar su imagen. Este problema pone en duda la capacidad del ESG para realmente medir lo que importa.
La búsqueda de cuantificación puede llevar a una visión reductiva de la sostenibilidad, ignorando contextos locales, complejidades sociales y las dinámicas intrincadas del impacto empresarial. Las empresas se enfrentan a desafíos socioambientales complejos que requieren soluciones multifacéticas y adaptadas a realidades específicas. Un enfoque basado en métricas simplistas puede no capturar la totalidad de estos desafíos ni permitir una evaluación precisa del desempeño sostenible.
Ante esta situación, surge la pregunta: ¿El ESG realmente mide lo que importa? Si bien el enfoque buscaba revolucionar las inversiones y promover la sostenibilidad, su implementación ha presentado dificultades que requieren ser abordadas para garantizar que los criterios se utilicen de manera efectiva y transparente.
En definitiva, es necesario avanzar hacia un modelo de evaluación más integral que considere no solo los aspectos cuantitativos, sino también la calidad, la transparencia y la contextualización del impacto empresarial. Solo así se podrá avanzar hacia una verdadera sostenibilidad que trascienda las siglas y conceptos, promoviendo un desarrollo económico responsable y equitativo.